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VACACIONES EN PEÑÍSCOLA.
Peñíscola, o Peníscola en valenciano, es un pueblo costero, situado al norte de Castellón. Conocido por su castillo, el castillo del Papa Luna, que se levanta sobre la que fue la alcazaba.
Es un pueblo que vive en el turismo, no es que viva del turismo, que también, sino que sus ritmos varían, entre una actividad desaforada, la del verano, y una calma tensa, la del invierno. Peñíscola pasa de los 7.000 habitantes censados y que mantienen la actividad ceñidos al castillo; a los 150.000 que vienen con la subida de las temperaturas y abren las ventanas de los muchísimos, infinitos, hoteles, apartamentos, adosados, pensiones y campings que se han levantado bordeando el mar.
La posición estratégica de Peñíscola, esa mirada al mar tan privilegiada que ya distinguió la cultura árabe, dio rentas de la agricultura y de la pesca, y ahora queda reducida al turismo que llegamos para tomar el sol y para comer paellas, que ya se cocinan pensando en nuestro paladar que acusa mucho viaje franquiciado.
Estamos aquí, la idea del IMSERSO, de dinamizar tanto ladrillo desocupado durante meses, se materializa en mi padre y en mi madre, y nosotras, sus hijas venimos detrás. Haciendo las vacaciones de cuando no pudimos hacerlas.
Cumplimos los rituales de la turista que no reconoce serlo. Y así preguntamos al taxista por un restaurante que no nos lo recordara. Y lo encontramos, nos hemos comido una paella a la que le rascamos el fondo, y un helado de turrón que seguramente se elaboró con polvos y que llegó hasta aquí en un contenedor frío. O no. Y todo con vistas a un Mediterráneo tranquilo.
Terminamos de comer. Y antes de abandonar el local que fue reformado en el último año, voy a los aseos. Todo muy nuevo, muy nuevo, y muy cargado del tradicional estereotipo. Sólo en el baño de mujeres cuenta con estructura para cambiar a bebés. En el baño de hombres, todo pensado para ocuparse para de ellos mismos, en el baño de las mujeres, nuestro cuidado y el de los demás.
Me llama poderosamente la atención. Ya no puedo pensar en otra cosa. Una reforma del año 2023, y seguimos ancladas en una tradición que nos impone unos mandatos de género, que nos deja en una situación de desigualdad, de falta de libertad, de no poder elegir.
El principio de igualdad implica el tratamiento igualitario de la ciudadanía en la aplicación de la ley. Ya sabemos que la igualdad como valor jurídico, está presente en todos los sistemas políticos modernos, y es uno de los ejes estructurales del estado social y democrático de derecho en el que nos insertamos. No caben diferencias de trato por condiciones personales o sociales, por supuesto, no caben diferencias de trato de las mujeres, que somos la mitad de la población, respecto de los hombres.
Dice el artículo 9.2 de nuestra Constitución, que “corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas.” Es decir, los poderes públicos tienen que buscar la igualdad en la vida social a través de la mejora de las condiciones de vida de las personas o grupos desfavorecidos.
Sabiendo también que la igualdad legal no es suficiente, porque seguimos arrastrando múltiples y profundas discriminaciones como mujeres, tenemos que abordar las estrategias de la igualdad de una forma inevitablemente más transformadora. Y esta forma puede ser a través de la perspectiva de la equidad, tomando en cuenta las condiciones diferentes de las que parten las mujeres, y buscando fórmulas para que podamos desarrollarnos de igual forma.
A día de hoy los datos objetivos revelan un mercado de trabajo atravesado por múltiples discriminaciones para las mujeres respecto de los hombres: somos mayoría de mujeres las que cobramos el salario mínimo interprofesional, somos la mayoría mujeres quienes tenemos sin quererlo un contrato a tiempo parcial, y también un contrato de duración determinada. Y sin entrar en mayor detalle, por último, las mujeres ganamos en torno a 5.000 euros al año menos que los hombres, cobramos menos como mujeres trabajadoras, y cobraremos menos como mujeres pensionistas. Y para desmontar esta realidad estamos obligadas a estudiar de donde viene.
Y una vez ya alcanzado el reto de la igualdad legal en las normas laborales, una vez que hemos dejado atrás paternalismos y clandestinidades. Toca seguir preguntándonos por qué cobramos menos que los hombres, por qué no estamos en los puestos de responsabilidad. Por qué seguimos siendo en un 80% quienes asumimos las excedencias de cuidado. Por que nuestras carreras laborales se echan a un lado cuando el trabajo de cuidar se impone.
Volvamos a nuestro restaurante, a los baños de nuestro restaurante. No estamos ante una discriminación abierta, poner el cambiador de bebés en el baño de las mujeres no parece una afrenta abierta contra nuestra igualdad. Tampoco parece que haya una motivación en Eugenio, que persiga nuestra posición de subordinación. Eugenio reformó su restaurante, no escatimó en materiales, y fue cumpliendo todas las condiciones que desde el ayuntamiento le iban dando para poder volver a levantar la persiana. Y una de esas condiciones era el cambiador infantil, por supuesto al ayuntamiento le da igual donde, y cuando el proyecto lo plantó en el baño de mujeres, porque claro siempre hemos cuidados y cambiado los pañales sucios las mujeres, les pareció bien. Y cuando en ese mismo proyecto, nadie incluyó un cambiador infantil en el baño de hombres, a nadie le extrañó. Porque a nadie le extraña que un hombre no esté pensado para cambiarle los pañales a su prole. Y solos no se cambian, eso sí lo sabemos. Pues ya lo tenemos. Proyecto aprobado. Tenemos licencia. Saca brillo y abre la puerta.
Discriminación indirecta por razón de sexo ocurre cuando una disposición, criterio o práctica aparentemente neutros ocasiona o pueda ocasionar desventajas a las mujeres respecto de los hombres.
Si no estamos atentas, si dejamos que opere la inercia, lo que estamos haciendo es perpetuar sistemas y prácticas que nos alejan del objetivo de la igualdad real. A través del estereotipo de la naturaleza y la habilidad del cuidado que impacta sobre las mujeres, estamos educadas formal e informalmente en la obligación del cuidado. Somos las mujeres las que tenemos la obligación, el mandato de género de cuidar a nuestra descendencia y también a nuestra ascendencia. Cuidamos porque siempre lo hemos hecho, cuidamos porque lo sabemos hacer, cuidamos porque sabemos leer entrelíneas que tenemos una naturaleza dada para este fin. Cuidamos porque la imposición social ha dicho y sigue diciendo, de muchas maneras que tenemos que cuidar para estar en el lugar determinado que la sociedad tiene reservado para nosotras. Por eso cuando toca reducir la jornada para cuidar, lo hacemos nosotras; cuando toca dejar el trabajo para cuidar lo hacemos nosotras; cuando toca dejar de asistir a la reunión y al curso para promocionar, también lo hacemos nosotras. Y cuando estamos en un restaurante, de vacaciones, la propia arquitectura del establecimiento, funciona como recordatorio del mandato de género, y nos dice, que somos nosotras las que estamos destinadas a cambiar pañales.
Por eso, diseñar baños en establecimientos públicos, y autorizar licencias de actividad desde el ayuntamiento, bajo este parámetro aparentemente neutro, funciona como discriminación indirecta. Porque está señalando las obligaciones de cuidado en una sola dirección, la de las mujeres. Y sabiendo de como los estereotipos reproducen desigualdades y como las desigualdades son el germen de la discriminación, de las opresiones y también de las violencias. No cabe no pensar en la responsabilidad de la administración local, que abandona el mandato del articulo 9.2 de la Constitución y no cumple con la obligación de promover condiciones que barran las diferencias y generen espacios de igualdad y de libre elección.
No podemos dejar que la rutina y la desidia se impongan. Porque abrir horizontes que expandan derechos y oportunidades para todo el mundo por igual, exige una actitud consciente de voluntad de cambio.
Y este cambio en este caso, parece sencillo, pedimos a las autoridades públicas responsables que asuman la perspectiva de género en toda su actuación, también a la hora de dar licencias de actividad, para que los baños públicos piensen también en una sociedad que está cambiando, y que debe apostar por un cuidado compartido y corresponsable.
Referencias bibliográficas:
- Contenido teórico del módulo 1 para las definiciones: igualdad, discriminación indirecta, estereotipo.
- Wiquipedia, para los datos relativos al pueblo de Peñíscola.
- Constitución Española de 1978.
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